En cuanto alguien hace algo nos gusta descalificarlo, y muchas veces aunque no haga nada.
Tuve una jefa que a cualquier nombre que le mencionaban respondía: “es un pendejo” y tal vez lo eran, yo no los conocía, pero su respuesta sistemática me hacía pensar que en realidad no lo eran. Estoy seguro que, en este momento, para ella soy un pendejo. Bueno para ella y para muchos.
A lo que iba es que nos gusta descalificar con todo a todo y a todos, cuando alguna persona nos señala un error, lo primero que pensamos, y a veces respondemos, es: ¿y este pendejo, quién se cree?.
El problema no es quién se cree, sino quiénes nos creemos. Nos creemos intachables, expertos en teología y latín, más chingones que Einstein, que Napoleón a nuestro lado era un simple soldado, hasta los calzones nos quedan chiquitos –el mío ya me marcó la cintura-
Y así con esa capacidad casi divina que tenemos, todos están mal y no tienen derecho a opinar, publicar, cantar, componer, trabajar, porque ninguno está calificado, según nuestros criterios para hacer lo que está haciendo.
Yo por eso no me creo, Yo Soy Pito.
Y sucede que, la mayoría de las veces, le atinas cuando calificas a alguien de 'pendejo'... al menos a mí me pasa... quizá es que tengo buen (¿o mal?) ojo para detectarlos... y de inmediato tacharlos de cualquier lista personal a la que se pudieran colar... ¡pos oye!...
ResponderEliminarAunque sí creo que podríamos darnos el lujo de no 'pre juzgar'... puede que sea tarea difícil... y tratar de ofrecer más oportunidades positivas... ¿será?...
Un abrazo, señor... a partir de ahora soy una asidua lectora de este blog... y sin juzgar U.U
¡Saludos!
En lo personal me he equivocado algunas veces cuando veo a alguien y pienso que es un completo pendejo y después compruebo que el pendejo fui yo por prejuzgar.
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