“Si quieres ser bueno, muérete” Entendía ese refrán, o dicho, como que está mal hablar de los muertos y también, o en adición, al respeto que como mexicanos le tenemos a los muertos. Y es que nuestra sociedad siempre ha sido paternalista. Yo soy de la generación –aunque suene a meme- en que a los mayores debías hablarles de “Usted” y a toda la parentela tenías que “besarles la mano”, bajo pena de ganarte, mínima, una buena pescozada si no cumplías con la formalidad. A esto, a nuestras costumbres y tradiciones aducía yo el respeto por los muertos.
Pero resulta que hace poco, después de salir de una etapa sumamente desgastante, empecé a sentir eso que llamamos nostalgia, me sorprendí recordando muy buenos momentos y hasta añorando algunas cosas, y cuando razonaba que estaba teniendo esos episodios me preguntaba: ¿Por qué la añoranza? Si estaba también todo lo malo ¿por qué recordar sólo lo bueno? Muchos tenemos historias de parejas divorciadas o separadas que (no debe entenderse que yo pasé por una separación o divorcio), por más dolorosa, dañina, irrespetuosa, tormentosa y hasta violenta que haya sido la relación, se dan una segunda oportunidad o, por lo menos, lo intentan, ya ni se diga cuando escuchamos a una de las partes decir: “es que nos divertíamos” o: “cuando no peleábamos la pasábamos tan bien” y no podemos entender, nosotros que vimos y vivimos la relación desde fuera, cómo es que puedes extrañar a quien te dañó o te trató tan mal. Hasta que nos pasa.
Y aquí aplica otro refrán: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido” Pareciera que, en automático, todos los malos momentos desaparecieran o que nunca hubiesen existido, tal vez sea nuestro primitivo instinto de conservación, ese que hizo que permaneciéramos al lado de una persona toda nuestra vida, para asegurar que nuestros genes perduraran –o eso dicen los antropólogos-. La cuestión es que algo se despierta dentro de nosotros que hace dormir los malos recuerdos.
Es muy gracioso cuando una mujer golpeada defiende a su esposo, sobre todo cuando lo ve sometido por otra persona inmediatamente después de haber sido vapuleada. Pero no resulta gracioso cuando vemos esa situación en alguien que queremos, y resulta sorprendente cuando nos sucede a nosotros mismos. Pero sucede.
Y sucede también que aún no descifro qué fue lo que me llevó a mí a esa situación, lo que sí sé es que me di cuenta que podemos ser muy crueles y al mismo tiempo los seres más buenos, albergar los recuerdos más terribles o los más felices. Es decir, nunca dejamos de ser humanos y de llevar en nuestro ser el cielo y el infierno.
La vida es una serie de contrastes... sin que ello sea, necesariamente, bueno o malo... jeje.
ResponderEliminarSaludísimos.
Lo malo es cuando empezamos a afectar a los demás, para mal claro
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