lunes, 2 de julio de 2012

No olvido


No bien había dejado la infancia cuando desperté una madrugada debido a una mezcla de ruidos, de golpes y gritos, como una lluvia, pero los golpes mucho más fuertes, no recuerdo quejidos, recuerdo arengas.

En la oscuridad sólo vi a mi madre asomada por una ventana, aún somnoliento pregunté qué ocurría y por qué estaba ahí, el sentimiento de miedo me inundó. Su respuesta fue un "sshhhh" después de que terminó todo el ruido los vecinos empezaron a salir, la calle estaba sembrada de pedazos de plástico duro y transparente, otros de color azul, piedras, trozos y astillas de madera. El miedo dio paso a la incertidumbre, a la confusión, recuerdo a los adultos hablando del número de "antimotines" y cuáles habían sido las rutas de ataque y de escape, de cómo se llevaron arrastrando a sus compañeros heridos, de cómo retrocedían y de las oleadas de contraataque.

Uno que otra persona sangrando de la cabeza y grupos de personas preguntando por un nombre, varios de ellos con golpes en el cuerpo, pero ninguno mostraba signo de dolor, nadie se sobaba los magullones. No entendía qué pasaba. Esos mismos grupos que buscaban a sus compañeros narraban cómo los habían atacado, cómo se habían defendido. Era la madrugada del 7 de julio de 1988. Los atacados eran partidarios de Cuauhtémoc Cárdenas que hacían guardia en la calle, frente a donde se había instalado el comité electoral, a fin de evitar que el encargado de resguardar los paquetes electorales no desapareciera esos mismos paquetes que eran su responsabilidad, los atacantes eran policías.

El encargado de los paquetes era, desde que yo tenía uso de razón, empleado del ayuntamiento, siempre lo había sido, hasta ese mes en que tuvo que huir con toda su familia e instalarse en otro lugar. Salió otra madrugada, resguardado por un fuerte grupo del "honorable" ejército mexicano (con minúsculas). Después de su huída encontró acomodo en otro ayuntamiento, también priista y ahí sigue, nunca destacó, siempre fue un empleado leal, empleado, su operación no le dio para más.

Conocer las historias de todas esas personas, de cómo habían defendido su voto y la de todos los que habían participado en esa elección, me hizo admirar a la izquierda, pero no, no me refiero a los “líderes sociales” me refiero a toda esa gente que cree en una ideología y está dispuesta a morir por ella, no me refiero a todos esos que medran con esas personas para su propio beneficio, me refiero a los que exigen una vida mejor para todos y no para sí mismos.

Tiempo después me enteré de cómo se había fraguado, al menos en ese rincón de México, el fraude que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, y cómo Cuauhtémoc Cárdenas abandonó, esa fue y ha sido mi percepción, a todos aquellos que defendieron su voto, arriesgando incluso su vida. También fui descubriendo cómo se las gastaba el PRI, supe de JoLoPo, de Echeverría, de Díaz Ordaz, del Negro Durazo, de los Figueroa, de Bartlett, de Manlio, de como cada cacique local dictaba su propia ley, de cómo el ejército ejecutaba las órdenes del poder en contra de la oposición, de los desaparecidos, de los "órganos" impartidores de justicia que más bien eran órganos justicieros. Y muchos y muchos detalles de enriquecimientos muy explicables.

Recordé todo lo anterior, sobre todo aquella madrugada de miedo y de admiración, cuando vi las "tendencias" de este 1 de julio y sólo pude pensar: qué triste

2 comentarios:

  1. Muy buen post, querido señor... pero la tristeza, la decepción y acaso la rabia no deben detenernos en nuestro paso efímero por esta vida... No los detuvo en aquel entonces, no deberá hacerlo ahora...

    Aplaudo a quienes dicen lo que piensan sin buscar complacer a nadie, más a los que actúan de manera congruente con ello... aplaudo la honestidad y las letras con corazón. Le aplaudo a usted y aprovecho para enviarle un abrazo cordial y con cariño. =)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por sus comentarios. Y respecto al tema le digo que aún hay millones dispuestos a defender la honestidad de la izquierda pero, tristemente, también hay algunos cuantos que saben capitalizar esa disposición.
      Y veo a quienes hoy se dicen de izquierda y vociferan y "se manifiestan pacíficamente" y me es inevitable compararlos con aquellos que vi golpeados aquella madrugada y a muchos otros de los que conocí sólo su historia porque, desaparecidos, no los conocí en persona. Los de hoy no son nada

      Eliminar