lunes, 16 de julio de 2012

El inevitable paso de los años


Le preguntaba a una ‘abuelita’  a qué le sabe la vejez, que se siente tener toda una vida llena de experiencias, de tantos recuerdos, de sabiduría que se va adquiriendo obviamente con el paso del tiempo; tantas cosas que habrán visto sus ojos, tantos consejos que dar, todo ese camino recorrido, muchas interesantes historias que contar.

Y me responde con voz temblorosa: - “Las cosas antigüas ya pasaron de moda, incluyéndome a mi,  como si poco a poco me fuera borrando del mapa; dejaron de tomarme en cuenta, ahora soy como parte del mobiliario de la casa. Aún recuerdo cuando mis nietos me llenaban de besos y se sentaban a mi lado para pedirme que les contara algún cuento, de esas historias que me gustaba inventarles para que fueran buenos niños y se portaran bien; ahora, hay días que ni siquiera me responden un saludo. Mejor me quedo en mi cuarto, que aunque es un poco frío y me duelen mis huesos me da paz y todo el tiempo para rezar o escuchar un poco de televisión, ya me falla la vista, pero no han tenido tiempo para llevarme al médico.
Hace unos días me pidieron que me arreglara para salir, yo estaba muy emocionada, me puse mi mejor vestido, esos aretes hermosos que me regalo en un aniversario mi viejito que tanto extraño, unos zapatos con un poco de tacón y ese perfume que tanto me gusta; ya estaba lista, me llevaron a conocer un ‘asilo’ a donde pensaban llevarme dentro de unas semanas,  porque llegarían visitas y necesitaban mi recámara; yo ya estorbaba.  Regresé con un dolor en el corazón, como si me lo apachurraran, quería llorar y decir tantas cosas pero las palabras no me salían; después pensé que era lo mejor, estar acompañada de otros que estorbaban tanto como yo y así tendría con quién hablar y pasar mis últimos años, y por fin, ya no sentirme tan sola.”

Muy triste que se sientan así muchas de las personas que nos vieron crecer, nos contaron cuentos de niños, nos daban dulces a escondidas.. lo que daría por tener a mis abuelos y poder abrazarlos y escuchar sus historias. La vida se pasa volando, 10 de cada 100 personas en México son de la tercera edad (más de 60 años), con pensiones (si bien les va), que son casi una burla, olvidados como objetos, envejeciendo en una fría soledad; pero aunque sus pasos son más lentos, su piel marcada con líneas de sabiduría, sus cabellos blancos, tienen tanto que enseñarnos; hay que regalarles todo el amor y la paciencia, pero sobre todo respeto; que se sientan plenos, necesitados.
A fin de cuentas, todos vamos a llegar tarde o temprano a esa etapa.

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